FRANCISCO
GARCÍA GUTIÉRREZ.
Francisco era Paco para muchos
y Paquito para los amigos de la infancia. Me considero entre éstos últimos. Le
llamaré Paquito. Nació en Reinoso hace 82 años. Murió en Palencia el 11 de
agosto de 2020. En la capital vivió la mayor parte de su vida junto a su esposa
Carmen y allí nacieron sus dos hijas Mónica y Almudena.
Su infancia la pasó cerca del
Pisuerga a su paso por Reinoso, querido por sus hermanas Sina, Tere y Visi y
por sus hermanos Jesús, Jose y Javi. Los padres Francisco y Felisa veían crecer
a todos. De todos cuidaban con esmero y Paquito aprendió de ellos seriedad,
honestidad y la dignidad que le acompañó toda su vida.
Probó las tareas de la
agricultura en la hacienda familiar. Trabajó en Lieja (Bélgica).
Desde allí se
trasladó a FASA en Palencia.
Continua comunicación entre la
ciudad y el pueblo, la vida de Paquito transcurrió entre lo urbano y lo rural.
Su honda sensibilidad religiosa le solicitó probar la vida trapense y su
honrado y prudente realismo le indicó cambiar de rumbo, optando por juntarse en
su día con la santanderina Carmen con quien formó una familia, con quien superó
las dificultades que todo vivir acarrea y con quien soñó proyectos y
emprendimientos que intentaban mejorar el entorno social por donde discurrían.
Prueba de esta constante
preocupación social fueron las visitas que hacía a familias necesitadas, su
entusiasta colaboración parroquial, la promoción del arreglo del tejado de la
iglesia de su pueblo y la frecuente asistencia a los actos culturales que se
organizaban en el contexto donde se movía. Leía, investigaba y amaba la
historia de sus ancestros. Se le removían los mejores sentimientos cuando
proponía y programaba mejoras para su pueblo.
Hoy te decimos adiós, Paquito.
Somos conscientes de que no te veremos bailar en la Fiesta de Santa Lucía o en
la de la Virgen de Agosto. Veremos tu casa del pueblo con añoranza, deshabitada
por ti; pero seguro que bien poblada por la alegría y alborozo de tus nietos.
Serán recibidos por los que en el pueblo te recordamos con el mismo cariño con
el que tú dialogabas y jugabas con ellos. Podemos llorar porque te fuiste, pero
también podemos sonreír porque tuvimos la dicha de convivir contigo.
MRR.
Hoka
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