4. EL CERRATO CASTELLANO DURANTE LA EDAD MODERNA.
Habíamos dejado a don Fernando el Católico, abuelo de Carlos
I de España y V de Alemania, quien fue hijo de Juana la Loca y de D. Felipe el
Hermoso, le habíamos dejado en el capítulo anterior, digo, casado con Doña
Germana. Dueñas una vez más había dado señales de su grandeza e importancia
durante estos siglos medievales y primeros de la EDAD MODERNA. El Cerrato, por lo tanto, estaba cobijando a los
mejores reyes de España, según afirman muchos historiadores. El Cerrato fue
pieza clave en aquellos inicios de la Modernidad. El Cerrato fue testigo desde
Dueñas, Torquemada, Palenzuela, Quintana del Puente y otros pueblos de la
comarca, de viajes, travesías y estancias cortas o más largas, según los casos,
de muchos reyes de España.
No por eso, dejó el Cerrato de ser también crítico con el
Emperador Carlos, con una política que favorecía a los flamencos, con una Corte
confeccionada a gusto y estilo de los Augsburgo que desde los Países Bajos
querían mandar y mangonear los destinos de nuestra patria, de quien estrujarían
los caudales para pagar las guerras que el Imperio Español tuvo que sostener
fuera de su suelo.
En efecto, llegó el hartazgo. No gustaba a muchos
cerratenses que el rey de España no dominara el idioma español, que no supiera
expresar con claridad los objetivos de su reinado. Y, sobre todo, no le gustaba
que hubiera prebendas para extranjeros, olvidándose el Emperador de contar con
los indígenas para formar su Corte y para dirigir los destinos de quien pronto
empezaría a ser la cabeza del mundo. De modo que el pueblo junto a tres grandes
capitanes de la independencia y de la libertad, se sublevó. Goliat contra un
gigante, es cierto. Pero se llamaron comuneros, defensores de las Comunidades
castellanas. Fue un obispo en 1521, el
obispo Acuña, quien al frente de estos rebeldes comuneros de Castilla ocupó las
villas cerreteñas de Magaz y Torquemada para impedir el avance de las huestes
imperiales que terminarían decapitando a los tres capitanes Padilla, Bravo y
Maldonado en Villalar de los Comuneros, el 24 de abril de 1521.
Durante el reinado
de Felipe II, el hijo de Carlos V, varias posesiones ubicadas en el Cerrato,
entre otras el castillo de Magaz, dejaron de pertenecer a la Iglesia y pasaron
a depender de la Monarquía. Durante el s. XVI se construyeron o repararon
muchas iglesias del Cerrato. Por citar alguna, nombraré a varias del Cerrato
vallisoletano, como son la de Cabezón, Castrillo Tejeriego, Esguevillas,
Fombellida, Olivares de Duero, Piñel de Abajo, Piñel de Arriba, San Martín de
Valvení, Villavaquerín de Cerrato y Villabáñez. Entre las del Cerrato Palentino
están la parroquia de Baños (S. Martín), las de Castrillo de Don Juan, Cevico
de la Torre, Torquemada y Villaco, entre otras.
Siglo XVII: Las autoridades de Palenzuela recibieron
solemnemente al Rey D. Felipe IV, en 1660, cuando éste regresaba de Francia donde
había asistido a la boda de su hija María Teresa con el Rey Sol, el francés
Luis XIV que también fue Rey de Navarra, copríncipe de Andorra y conde rival de
Barcelona. Se levantó el templo de Olmos
de Esgueva, entre otros también cerrateños.
Por fin, en el último siglo de la Edad Moderna, XVIII, el
varias veces citado Manuel Vallejo, gran amante del Cerrato, cita varios
acontecimientos que sucedieron durante los reinados de cuatro reyes y en los
cerrateños pueblos de Cabezón de Cerrato (aunque hoy sea de Pisuerga), Palenzuela,
Cordovilla la Real y en otros lugares no nombrados. Los cuatro reyes fueron
Felipe V, el Animoso, primer Borbón en España; Fernando VI, el Prudente o
Justo, tercer hijo de Felipe V; Carlos III, el Mejor Alcalde de Madrid; y
Carlos IV, el Cazador.
Los acontecimientos relacionados con el Cerrato se
resumen en: 1) que María Luisa de Saboya, esposa de Felipe V, pernoctó en el
por entonces Cabezón de Cerrato, el 17 de octubre de 1706, seis años después de
que su marido subiera al trono; 2) que durante el reinado de Fernando VI se
repararon dos puentes en Palenzuela, uno sobre el Arlanza y otro sobre el
Arlanzón, hoy desaparecido; se fundaron pósitos o almacenes de trigo y se
construyó el Canal de Castilla que baña los términos de Villamuriel y Dueñas,
permitiendo la navegación y el riego de sus tierras; 3) que en tiempos de
Carlos III (rey desde 1759 al 1788) se construyó el puente de Cordovilla la Real;
y 4) que durante el reinado del violinista Carlos IV se produjo la llamada
desamortización de Godoy, valido de este rey, consistente en enajenar los
bienes de hospitales, hospicios, casas de misericordia, cofradías y obras pías
regentados por comunidades religiosas.
Hasta aquí, algunos datos sobre la historia del Cerrato
durante la Edad Moderna.
Sigamos con algunas reflexiones al socaire de los
fenómenos. La intención es preguntarnos por la conciencia cerrateña. Esa que
quisiéramos que hoy estuviera viva y fuera profunda, capaz de interrogarse a sí
misma por la historia presente cuajada de problemas.
¿Fue así la de estos tres siglos del citado periodo
histórico? ¿Fue consciente el Cerrato
Castellano de que a partir de 1700 el Imperio Español se iba agrietando? Era
grande el bocado de América y las naciones de Europa estaban al acecho de cómo
meterle mano, atentos con los cinco sentidos a observar la menor debilidad de
España para iniciar la sangría. La ocasión se presentó cuando Carlos II, el
Hechizado, se murió sin dejar descendencia. Austria, Francia, Inglaterra,
Italia acudieron como buitres al olor del cadáver no para compadecerse del
muerto, sino para arrancar tajada a su herencia. De la vergonzosa batalla por
ver quién tenía más derecho a sucederle salió victoriosa Francia, cuyo rey Luis
XIV presentó como sucesor a su nieto Felipe de Borbón, Duque de Anjou, nacido
en Versalles. En este palacio precisamente el rey Sol presentó al mundo al
nuevo rey, diciendo a la Corte: «Señores, he aquí el
Rey de España». Entonces le dijo a su nieto: «Pórtate bien en España, que es tu
primer deber ahora, pero recuerda que naciste en Francia, para mantener la
unión entre nuestras dos naciones, es esta la manera de hacerlos felices y
preservar la paz de Europa».
No
pudo contemplar el Cerrato mayor hipocresía, ante la cual estaría bien saber
cuál fuera su reacción. Pero no era el primer desprecio a la soberanía
española. Ya en el Tratado de la Haya, 1698, se había hablado de la partición
de España entre Fernando I de Baviera, la propia Francia y Austria. Como este
tratado no se pudo llevar a cabo, surgió un segundo tratado de partición. El de
Baviera lo quería todo para sí. El Hechizado, sin embargo, se inclinó por los
borbones y el 18 de febrero de 1701 el sobrino-nieto de Luis XIV realizó su
entrada triunfal en Madrid como rey de España con el nombre de Felipe V. Los franceses se
establecieron en los altos cargos en Madrid y decidieron la nueva forma de
orientar la política española.
Sobre
la personalidad del nuevo rey la
historiadora francesa Janine Fayard afirma:
“El
despacho le aburría, no sabía divertirse y al final de su vida este
aburrimiento le llevaría a sumirse en una inercia total, preso de una profunda
melancolía patológica. Solo la guerra lo sacó por breves momentos de su apatía
congénita, lo que le valió el sobrenombre de «animoso».
Toda
su vida estuvo dominado por sus familiares, sobre todo por su segunda mujer, la
italiana Isabel Farnesio, quien prácticamente secuestró en su alcoba al
psicópata Felipe, su marido de segundas nupcias. Pronto aparecieron caricaturas
alusivas. Una de ellas lo muestra guiado por el cardenal Portocarrero y el
embajador de Francia, duque de Harcourt, con esta inscripción: «Anda, niño,
anda porque el cardenal lo manda»
No
será mucho aventurar, si deducimos que todas estas calamitosas noticias correrían
de alguna manera por los rastrojos del Cerrato. Lo que no sabemos es qué
análisis harían de esta decadencia real y de la antigua Castilla dominadora, los
habitantes de nuestros valles del Cerrato. Enfermo y deprimido, el Rey Felipe
abdicó en su hijo Luis, de 17 años, el 10 de enero de 1724; pero ni aún esa
baja pudo mantenerla mucho tiempo, porque su esposa Farnesio hizo todo lo
posible para que al Luis muerto no le sucediera su hijastro Fernando y para que
de nuevo fuera el abdicado Felipe quien ostentara la Corona de la
Monarquía. A su marido lo podía manejar
mejor.
Sigue
a Felipe V en el reinado de España, su hermanastro Fernando VI. Como su padre,
también
Fernando estuvo secuestrado por su madrastra en el propio domicilio. Tanto él
como su hermano Luis se comunicaban con sus padres a través de cartas escritas
en francés, que era la lengua que utilizaba la familia. ¡Unos reyes de España
hablando francés en la Corte! No hay mejor prueba que simbolice la influencia
que los franceses tenían sobre la orientación de la política española de aquel
tiempo.
Los protagonistas de la política monárquica fueron el marqués de la
Ensenada, francófilo; y José de Carvajal y Lancaster, partidario de la alianza con Gran
Bretaña. La pugna entre ambos
terminó en 1754 al morir Carvajal y caer Ensenada, pasando Ricardo
Wall a ser el nuevo hombre fuerte de la
monarquía.
En líneas generales, Ensenada planteó la
participación del Estado para la modernización
del país. Para ello era necesario mantener una posición de fuerza en el
exterior para que Francia y Gran Bretaña considerasen a España como aliada, sin que ello supusiera una
renuncia de Gibraltar.
Ese objetivo general se
concretó de la siguiente manera:
1.
Sustitución de
impuestos tradicionales por un impuesto único, el catastro, que gravaba en proporción a la capacidad económica de cada
contribuyente. Propuso también la reducción de la subvención económica por
parte del Estado a las Cortes y al ejército. La oposición de la nobleza hizo que se abandonase
el proyecto.
2.
Creación de un banco para favorecer las
transferencias de fondos públicos y privados fuera de España. Así, todas las
operaciones de intercambio en el extranjero quedaron en manos de la Real
Hacienda, lo que beneficiaba al Estado.
3.
Impulso del comercio
americano, que pretendió acabar con el monopolio de las Indias y eliminar las
injusticias del comercio colonial. El nuevo sistema consistía en la sustitución
de las flotas y galeones para que un barco español, previa autorización,
pudiera comerciar libremente con América. Esto incrementó los ingresos y disminuyó el fraude. Aun así, este
sistema provocó muchas protestas en los comerciantes del sector privado.
4.
Modernización de la marina. Una poderosa marina era
fundamental para una potencia con un imperio en ultramar y aspiraciones a ser
respetada por Francia y Gran Bretaña. Lo que supuso el punto de partida del
poder naval español en el siglo XVIII.
5.
Firma del Concordato de 1753, por el cual se obtuvo del
papa Benedicto
XIV el derecho de Patronato
Universal, que supuso importantes beneficios económicos a la Corona y un
gran control sobre el clero.
7.
Prisión
general de gitanos, conocida por la Gran Redada. Un
intento de exterminar a los gitanos mediante su arresto y posterior separación
de los hombres y de las mujeres, obligándolos a trabajar a ellos en astilleros
y minas y a las mujeres en fábricas. Los menores de catorce años fueron
internados en instituciones religiosas.
El fallecimiento de su mujer, Doña Bárbara de Braganza, con quien se
sentía muy unido, incrementó su grado de locura. Durante ese tiempo se mostró
agresivo. «Tiene unos impulsos muy grandes de morder a todo el mundo», escribió
el infante Luis a su madre Isabel de Farnesio, y para calmarlo le
suministraban opio; intentó suicidarse en varias ocasiones y pidió veneno a los médicos
o armas de fuego a los miembros de la guardia real; bailaba y corría en ropa
interior, jugaba a fingir que estaba muerto o, envuelto en una sábana, a que
era un fantasma. Cada día estaba más delgado y pálido, lo que se unía a la
dejadez en su aseo personal. No dormía en la cama sino sobre dos sillas y un
taburete. Estos tristes sucesos son los que el pueblo, también el Cerrato, tuvo
que aguantar cuando su régimen de gobierno se llamaba Monarquía, sobre todo si
ella se sostiene en un derecho divino.
El tercer rey, o cuarto si contamos los 8 meses de Luis I, que gobernó
durante el s. XVIII en España se llama Carlos
III, con el sobrenombre de “El mejor Alcalde de Madrid”. Desde 1759 al 1788, un año antes de estallar
la Revolución Francesa en 1789 o inicio de la Edad Contemporánea. Fue hijo de
Felpe V y de Isabel de Farnesio a quienes ya conocemos. Casó con Doña María
Amalia de Sajonia, hija de Federico Augusto de Sajonia, rey de Polonia. Durante
su reinado, la dinastía borbónica quería recuperar la influencia en Italia, el
país de su madre. De hecho antes de ser rey de España, lo fue de Nápoles y de
las dos Sicilias con el nombre de Carlos VII. No le vino mal al borbón
disfrutar de esta experiencia, porque le preparó para ejercer el cargo más
tarde en el lugar donde nació, Madrid, 20 de enero de 1716. Me fijaré
exclusivamente y siguiendo la información de la enciclopedia Wikipedia en los
aspectos de su política ilustrada que hacen referencia a los aspectos más
cercanos al mundo rural, omitiendo otros que no atañen tan directamente al
Cerrato. Carlos se valió de un equipo de ministros y colaboradores para llevar
a cabo esas reformas. Uno de esos ministros fue el Marqués de Esquilache,
concretamente ministro de Hacienda. Este ministro liberalizó el comercio de los
cereales, lo que originó una subida de los precios de los productos de primera
necesidad a causa de las especulaciones de los acaparadores y de las malas cosechas de
los últimos años. El famoso Motín de Esquilache que se produjo en Madrid con motivo
de una orden que mandaba cambiar
la capa larga y el sombrero de ala ancha por la capa corta y el sombrero de
tres picos, encerraba en el fondo una gran protesta que se extendió por más
ciudades de España. En realidad de lo que se quejaba la gente era de la
corrupción e ineficacia administrativa, aunque también supuso un ataque directo
a la política reformista llevada a cabo por ministros extranjeros del gobierno
del rey.
Campomanes liberalizó el
comercio con América y elaboró el Decreto de libre comercio de granos de 1765.
Se aceleró la importación de
cereales desde Sicilia y se reformaron los gobiernos concejiles, elegidos por sufragio. Se expulsó de España y de sus dominios a la Compañía de Jesús mediante el decreto real del 27 de febrero de 1767 y se confiscaron todas sus posesiones. Las propiedades de los
jesuitas sirvieron para crear nuevos centros de enseñanza y residencias
universitarias. Sus riquezas, para beneficiar a los sectores más necesitados,
se destinaron a la creación de
hospitales y hospicios. Las principales acusaciones que se hacían a los
jesuitas eran las siguientes:
Sus grandes riquezas, el
control de los nombramientos y de la política eclesiástica, su apoyo al papa, su
lealtad al marqués de la Ensenada, su participación en los asuntos de Paraguay, y su intervención en dicho motín.
Entre las diversas reformas
sociales que se acometieron durante este reinado de Carlos III, recojo algunas:
·
La creación de la Escuela de Artes y Oficios, que ha perdurado hasta el siglo xx, cuando pasaron a llamarse Escuelas de Formación
Profesional, EFP.
·
La promoción de un nuevo plan de Estudios Universitarios, que fue
duramente contestado por
la Universidad de Salamanca, proponiendo un plan propio, que a la postre fue implantado años
después.
·
La reforma de la
agricultura vino de mano de las Sociedades Económicas de
Amigos del País creadas por su ministro José de Gálvez.
·
Campomanes centró su
atención en los problemas de la agricultura, defendiendo la importancia de ésta
para conseguir el bienestar del Estado y de los ciudadanos y la necesidad de
una distribución más equitativa
de la tierra.
Este ministro en 1787 elaboró un proyecto de repoblación en las zonas
deshabitadas de las tierras de realengo de Sierra
Morena y del valle medio del Guadalquivir, creando las Nuevas Poblaciones de
Andalucía y Sierra Morena. Para
ello, y supervisado por Pablo de
Olavide, intendente real de Andalucía, se trajeron inmigrantes centroeuropeos. Se trataba principalmente de
alemanes y flamencos católicos, para fomentar la agricultura y la industria en
una zona despoblada y amenazada por el bandolerismo.
Hizo un ambicioso plan
industrial en el que destacan como punteras las industrias de bienes de
lujo: Porcelana del Buen Retiro, Cristales de la Granja y traslada la Platería Martínez a un edificio en el paseo del Prado. Entre los planteamientos teóricos
para el desarrollo de la industria destacó el Discurso sobre el fomento de la
industria popular de Campomanes, para mejorar con ella la economía de las zonas rurales y hacer posible su
autoabastecimiento.
Como se ve, algo se movía en la cultura ilustrada. Seguramente que
estas propuestas de reforma atañentes al campo, a la agricultura, al mundo
rural, a la inmigración, al comercio y a la gobernanza de los concejos
municipales tuvieron su resonancia en los pueblos del Cerrato Castellano. Así
como también la tendrían la subida de precios, la corrupción y la deficiente
administración. Fue un intento que gracias al resurgir de las clases inferiores
iba plantando cara a la prepotente e histórica aristocracia, a los señores de
las distintas localidades y a los nobles, dueños de las tierras y de las
cosechas. Mucho sabía el Cerrato de estos magnates aprovechados y dominadores
de la gleba. ¿Serían conscientes del cambio de los tiempos? ¿Se empaparían
nuestros paisanos del espíritu de la nueva época moderna, distinta de los
planteamientos medievalistas, nutridos de sumisión y de religiosidad ciega,
interpretrada por la mano infalible de la Iglesia? Si así fue, algo se ha conseguido. Tomemos
nota los de nuestro siglo XXI, los ribereños del Pisuerga, del Carrión y del
Arlanza.
Toca ahora cerrar esta moderna edad dando cuenta de las hazañas del
hijo de Carlos III, del Cazador Carlos
IV. Si varios de sus antecesores estuvieron atacados por alguna enfermedad
neurológica, por achaques de locura, por los fantasmas de las alucionaciones,
por las depresiones o por los golpes de suicidio, a este rey le sobraban falta
de carácter y lucidez para enfrentarse a la apertura a nuevos tiempos, a las
transformaciones que históricamente marcan una época y hacen saltar por los
aires los usos y costumbres precedentes. Me estoy refiriendo a la llegada de la
Revolución Francesa. Ciertamente le sobrepasó. La nueva mentalidad no penetró
en él.
Si bien
es cierto que entró con ganas de implantar algunas reformas siguiendo la
costumbre ilustrada del siglo, al asomar la cabeza la revolución francesa
Carlos se asustó y echó pie atrás. El
resultado fue aferrase a una serie de principios y de prácticas conservadoras, como
el aislamiento nacional y el control de fronteras para que las nuevas ideas no
pudieran penetrar; así como promover una fuerte presión diplomática para apoyar
al tradicional Luis XVI de Francia. Incluso paralizó los proyectos reformistas
del reinado de su padre, sustituyéndolos por el conservadurismo y la represión.
Apoyándose en la “Santa Inquisición”, detuvo al financiero francés Francisco
Cabarrús, iniciador del canal de Isabel II. Desterró a Jovellanos, autor del
“Informe sobre la ley agraria” donde aboga por la supresión de los mayorazgos,
la reforma de los impuestos y la eliminación de las trabas sobre los
agricultores. Despojó de sus cargos al también ilustrado Campomanes que supo
oponerse al monopolio gremial y de la Mesta, últimos restos del anticuado
sistema económico estamental; promovió el comercio y la industria durante el
reinado de Carlos III y favoreció la desamortización de los bienes de los
jesuitas.
Empujado
por Napoleón, restituyó su confianza en Godoy quien de nuevo asumió el poder en
1800 y aconsejó a Carlos que abandonara la península y se refugiara en América.
Harto ya el pueblo de tantas ocurrencias, se produjo el motín de Aranjuez,
atizado por su hijo Fernando y por los nobles opuestos a Godoy. Enfermo y desanimado Carlos IV abdicó en
Fernando que sería el VII. Receló Napoleón del cambio, llamó al orden al
abdicado Carlos e hizo acudir a la familia real, precedida por Godoy, a un
encuentro en la localidad francesa de Bayona. Seguramente que bajo los
afectivos efectos de una taza de chocolate, Carlos IV pactó la cesión de sus
derechos a la Corona en favor de Napoleón. Sólo le faltaba a éste que Fernando
le devolviera a su padre lo que pocos días antes había recibido de él: la
sucesión del Reinado de España. Tan pronto como así sucedió, atemorizados padre
e hijo por el todopoderoso Caudillo Napoleón, verían sacar de la manga al
gabacho prestigitador nada menos que a su hermano José Bonaparte para que
arreglara los problemas hispanos, incorporándose como rey en la Corte de
Madrid. Pura democracia real e imperial, como deducirá el avispado lector.
Carlos
IV quedaba listo para que, acompañado de la gota, enfermedad real no
desconocida por sus antepasados, deambulara de palacio en palacio en exilio permanente
hasta su muerte el 1 de enero de 1819, 11 años después del vergonzoso encuentro
hispano-francés en Bayona. Fue la justa paga que un ambicioso Napoleón propició
a un cobarde rey borbón.
La
turbulenta situación con la que se estrelló nuestro destino patrio al mando de
Pepe Botella, así llamado popularmente el intruso José Bonaparte, y después del
rey Felón Fernando VII, la contaré en el siguiente escrito dedicado a la edad
contemporánea.
Sólo
advertir ahora que a continuación del 2 de mayo madrileño, quiero pensar que el
Cerrato Castellano tomó nota de todas las tropelías y atropellos a la dignidad
patria. La guerra de guerrillas volvió a tomar forma para luchar contra el
invasor en tiempos de la Guerra de la Independencia (1808 – 1814). ¿Sus
representantes en el Cerrato Palentino? - D. Juan Tapia, el Cura Merino y Don
Andrés Puertas, herido en el puente de Reinoso.
Hablaré de todo ello.
Una
reflexión que para terminar no debería faltar, realizada desde la orilla de la
actualidad y como consecuencia de la lección que proporciona la historia,
“magistra vitae”, podría sintetizarse como sigue. La Edad Moderna dejó un pose
en los habitantes del Cerrato: ni la quema de la Bastilla ni la muerte a
guillotina de Luis XVI, ni los engaños políticos, ni los egoísmos
internacionales, ni el despotismo ilustrado, ni los ideales imperialistas, ni
la lucha hegemónica por el poder, ni el desprecio a los más vulnerables, ni el
paternalismo eclesiástico, ni el mal trato de los ricos nobles y burgueses a la
clase trabajadora, campesina y popular han sido capaces de descubrir ni menos
aún de prolongar el hilo rojo de la historia que busca como ideal deseado una
convivencia igualitaria, justa y fraternal. Nada perdurable se puede conseguir
con la violencia, sea ésta física, cultural o estructural. Para encontrar el “filum” de la justicia hay
que ser consecuentes con el símbolo que representa ese aludido hilo rojo que
zigzaguea por los rincones de la cotidianidad: hay que contar con el corazón
que impulsa y expulsa la roja sangre de la amistad con pedagogía horizontal,
comunicativa, abierta a la interdependencia de contrarios. Hay que contar con
la radical democracia del diálogo y con la amable fortaleza de la generosidad,
dispuesta a la mano tendida hacia el hermano que es todo ciudadano andante. Hacia
ese ideal cabalga la Humanidad, aunque a muchos les de vergüenza proclamarlo,
aunque muchos no se atrevan a explicitarlo. El mundo o es de todos o no es de
ninguno. Para ello, siempre sigue siendo necesaria la concienciación o
sabiduría de la observación, del raciocinio a la luz de los derechos humanos y
del compromiso imprescindible del vecino activo, nunca pasota y menos
indiferente. Sigo pensando que en el pueblo cerrateño y universal, explotado
por los egoísmos particularistas e individualistas, se podrá encontrar la llama
que mañana ilumine el futuro. No hay duda, sólo de la necesidad conocida y
sentida sale la transformación. Aún queda tiempo. Nos falta atravesar la
contemporaneidad.
MRR.
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