6. ANTE UN NUEVO ANÁLISIS DE LA
RURALIDAD.
Decía un viejo militante de un movimiento obrero español que la base del
acierto es hacer un buen análisis de la realidad. Nunca insistiremos
suficientemente en reconocer la importancia que tiene el conocer el mundo, el
mundo rural, a nosotros mismos, al entorno que nos rodea, digo yo. Ya que este
artículo se escribe en tiempos de coronavirus, valdría aplicarse el cuento. Si
conociéramos bien la naturaleza y las causas de este virus, ¿no habríamos
salido ya de nuestras casas, habiendo evitado tantas muertes, tantos
infectados, tantos parados, tantos atropellos a la economía, tanta hambre
presente y futura? Todos los expertos e, incluso, la misma gente de la calle
contesta afirmativamente. Parece evidente pues afirmar que es preciso bajar al
terreno de nuestros pueblos, analizarlo una vez más, observarlo por todas las
caras de su prisma y calar en su situación, en su naturaleza, en sus
características.
Me fijaré en algunos distintivos de la ruralidad curiosamente menos
manoseados en los exámenes tradicionales del mundo rural.
•
¿Qué fue de
la agricultura a partir de los 70 del siglo precedente? Contesta Luis Camarero,
profesor de la UNED, que, aunque no se han dejado de producir productos
agrarios, la agricultura ha dado la espalda al campo. Los agricultores se han
acomodado en la urbe y el campo es visitado por horas. El ajuste estructural de
la década 60-70 del s. XX ha cambiado la forma de vivir del agostero y del
labrador esclavo de las madrugadas estivales.
•
¿Quiénes se han quedado? - Sigue diciendo
Camarero que si se observa los que están en los pueblos, vemos que la
ruralidad es híbrida, diversa y móvil. Los habitantes de los pueblos son
residentes, inmigrantes, extranjeros, emprendedores, retirados. En muchos
pueblos son más los que no han nacido en ellos que quienes se bautizaron en él.
Duermen los que residen, a la sombra de los árboles centenarios, pero trabajan
fuera. Van y vienen. Utilizan su coche particular, tienen a veces, color
distinto de la piel. Aquellos pueblos que nacieron en una época donde prácticamente
la única fuente de riqueza y de trabajo eran la agricultura y la ganadería con
sus merinas, sus pastores, sus cañadas y su trashumancia, han cambiado su
rostro por un tractor, una cosechadora alquilada, un salón de baile en la
discoteca de la capital y unas vacaciones a cientos de kilómetros de su
localidad campestre.
•
España es un
país de baja densidad: 18 hab. por km. cuadrado, similar a Grecia, Rumanía,
Bulgaria, norte circumpolar y Escocia, pero distinto de la cercana Francia con 25 habitantes por km. cuadrado.
Distinto de Alemania, Reino Unido e Italia cuya densidad de población dobla a
la española. Distinta a Bélgica y Holanda con una densidad cuádruple a la de
nuestro país.
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Nuestro mundo
rural se caracteriza por el desequilibrio: faltan jóvenes, crece el número de
ancianos, en buena parte del interior peninsular más de la tercera parte de sus
habitantes supera los 70 años, se incrementa la masculinización de su población
y la relación entre generaciones es desproporcionada.
•
Se han ido
las jóvenes, más que los jóvenes y resulta más difícil ser mujer en los pueblos
que en las ciudades.
•
Si los
pueblos están vivos es porque sus habitantes pueden moverse. Nuestra población es híbrida, masculina,
diversa y móvil, decíamos. Cohabitan en el territorio rural los llamados
individuos neorrurales, aquellos que vienen a vivir su “aventura” en el mundo
rural. Véase el grupo de nuevos inquilinos que vive en Tabanera y produce
diferentes artículos físicos y culturales, exportados al mundo entero desde los
talleres que han buscado en el pueblo.
Ante estas características que nos llevan a sospechar de una nueva manera
de ser rurales, ¿qué soluciones se
vislumbran?
. Por de pronto no parece oportuno
ni conveniente superar la enfermedad matando al perro que porta la rabia.
Sostiene Camarero que de ninguna manera se deben utilizar las tijeras
territoriales agrupando municipios, privados de autonomía y de ayuntamientos en
aras de una racionalidad económica. No valen las mancomunidades que maten la
opción política de participar en la gobernanza a los pueblos de menos de 1000
habitantes. Perderían su autonomía y entonces la vida rural sería inviable. La
gobernanza del territorio supone un enorme valor, porque garantiza que exista
población con capacidad de decisión política en entornos locales, repartida por
todo el territorio estatal. Hay que entender que nuestro modelo poblacional es
de baja densidad. Dotar a los pequeños municipios de libertad decisional es un
enorme valor que no puede pasar desapercibido. Las formas participativas y las
comunales constituyen una fortaleza de este sistema de hábitat. Sistema que
lejos de abolir deberíamos potenciar.
. Por eso, lo mismo que se aceptan
las perspectivas de “insularidad” y feminista, también se debería crear la
perspectiva de discriminación rural positiva o de ruralidad. Desde ella todas
las leyes y normas tendrían que contemplar un enfoque o interpretación
coherente con la pertenencia al mundo rural, distinto y especial a otros modos
de convivencia. Cualquier norma destinada al mundo rural debería tener en
cuenta a quién va dirigida. Debe contar con la especificidad del destinatario o
persona que habita en los municipios rurales.
. El problema de la despoblación debe ser considerado dentro del contexto
donde se produce. Quienes sólo se empeñen en que las áreas rurales crezcan
demográficamente no conseguirán sino resultados parciales. De ahí que no se puede tener en cuenta sólo
el rendimiento económico, habrá que considerar más la economía de los cuidados
que sólo el incremento de la riqueza económica. Habrá que atender al
desequilibrio generacional, al mantenimiento de escuelas rurales y de institutos de Enseñanza Media, de la creación
de territorios inteligentes, introduciendo una buena cantidad de vitaminas wi.fi.,
con vehículo propio y drones para distribuir medicamentos.
. Quiero concluir este escrito con las palabras del profesor Camarero:
“Sólo si comprendemos que el medio rural, ese territorio de baja densidad,
es central para el funcionamiento de sociedades complejas como la española.
Sólo si entendemos que es un inmenso espacio de libertad y de oportunidades
para el desarrollo de otras formas de vida, tal vez utópicas y minoritarias,
pero sustanciales y centrales en el mantenimiento de la diversidad, motor de
nuestro modelo social. Sólo entonces estaremos en disposición de recorrer el
sendero de la despoblación y afrontar “nuestros (finiseculares)
problemas”.
MRR.
Muy interesante y como dice al principio, la base del acierto es un buen análisis de la realidad.
ResponderEliminarUn cordial saludo.