lunes, 6 de abril de 2020

Semana Santa en Reinoso de Cerrato 2ª parte (autor:César Augusto)

Hola amigos: aprovechado que estos días estamos en casa esperando la vacuna o remedio a esta epidemia, nuestro amigo César nos envía la 2ª parte sobre el tema de la Semana Santa en Reinoso.
Espero que os guste.

Nota: Estos artículos se pondrán en la pestaña del blog (Tradiciones) con el fin de tenerlos ordenados.
Saludos y cuidaros.

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César Augusto Ayuso



II- Antes de la guerra

Añado dos apuntes de la Semana Santa que apenas algunos conocerán, pues se practicaban antes de la Guerra Civil, que es cuando Reinoso tenía párroco propio, es decir, exclusivo para él y residente en el pueblo, porque, al compartirlo más tarde con Villaviudas y residir en este pueblo, en Reinoso solo realizaba los oficios y no podía atender a otros actos piadosos tradicionales propios de esa semana. No otra fue la causa de que estos actos dejaran de celebrarse y se perdieran definitivamente.
Según me contaron mis padres, el Jueves Santo se bajaba a por el Cristo de la ermita y se le subía en procesión hasta la iglesia. Se subía cantando la Pasión. Las mujeres cantaban las letras y todo el pueblo iba repitiendo el estribillo. Al día siguiente, Viernes Santo, ya al anochecer, se le bajaba de la iglesia a la ermita repitiendo el mismo canto de la Pasión.
La existencia de esta costumbre solo puede explicarse como la continuación de un ejercicio realizado por la antigua cofradía de la Cruz que, al desaparecer, el pueblo no quiso que se perdiera. En las antiguas generaciones, existía una gran devoción a este Cristo llamado de la Salud. Al empezar el verano y al terminarlo solían decirse allí numerosas misas para pedir unas labores fructíferas y sin accidentes primero, y para dar las gracias una vez realizada la cosecha. Se celebraba, además, la fiesta de la Exaltación de la Cruz el 14 de setiembre, como hacía la antigua cofradía. También se le subía a la iglesia y el día de la fiesta se le bajaba. En ambas procesiones los mozos le iban danzando.
El otro acto era el llamado “Las tinieblas”, que solía realizarse en todos los pueblos el miércoles santo al atardecer. Ese hacía la delicia de los chiguitos, que se sentían regocijados protagonistas. En el altar se colocaba un tenebrario o candelabro de madera de cinco brazos con otras tantas velas encendidas. El cura, entre cánticos y plegarias, iba apagando paulatina y ordenadamente cada una de dichas velas. Al soplar la última, la iglesia quedaba completamente a oscuras, y los chiguitos, entonces, tenían licencia para hacer cuanto ruido pudieran. Golpeaban con piedras el piso de madera, agitaban botes llenos de cantos, percutían en latas y recipientes viejos, hacían sonar las carraquillas, las matracas… Todo valía para hacer el mayor estruendo posible. Hasta que las luces se encendían de nuevo.

Aquel desmedido estruendo infantil tenía una explicación. Las tinieblas se hacían para rememorar la muerte de Cristo, en que los evangelios nos dicen que el mundo quedó por unos momentos en tinieblas y la tierra se convulsionó como si se tratase de un terremoto. (Es lo mismo que evocan cada año los tambores de Calanda la mañana del Viernes Santo). 




Rinoso de Cerrato Semana Santa (El encuentro 2010)




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