Espero que os guste.
Nota: Estos artículos se pondrán en la pestaña del blog (Tradiciones) con el fin de tenerlos ordenados.
Saludos y cuidaros.
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César Augusto Ayuso
II- Antes de la guerra
Añado dos
apuntes de la Semana Santa que apenas algunos conocerán, pues se practicaban
antes de la Guerra Civil, que es cuando Reinoso tenía párroco propio, es decir,
exclusivo para él y residente en el pueblo, porque, al compartirlo más tarde
con Villaviudas y residir en este pueblo, en Reinoso solo realizaba los oficios
y no podía atender a otros actos piadosos tradicionales propios de esa semana.
No otra fue la causa de que estos actos dejaran de celebrarse y se perdieran
definitivamente.
Según me
contaron mis padres, el Jueves Santo se bajaba a por el Cristo de la ermita y
se le subía en procesión hasta la iglesia. Se subía cantando la Pasión. Las
mujeres cantaban las letras y todo el pueblo iba repitiendo el estribillo. Al
día siguiente, Viernes Santo, ya al anochecer, se le bajaba de la iglesia a la
ermita repitiendo el mismo canto de la Pasión.
La existencia
de esta costumbre solo puede explicarse como la continuación de un ejercicio
realizado por la antigua cofradía de la Cruz que, al desaparecer, el pueblo no
quiso que se perdiera. En las antiguas generaciones, existía una gran devoción
a este Cristo llamado de la Salud. Al empezar el verano y al terminarlo solían
decirse allí numerosas misas para pedir unas labores fructíferas y sin
accidentes primero, y para dar las gracias una vez realizada la cosecha. Se
celebraba, además, la fiesta de la Exaltación de la Cruz el 14 de setiembre,
como hacía la antigua cofradía. También se le subía a la iglesia y el día de la
fiesta se le bajaba. En ambas procesiones los mozos le iban danzando.
El otro acto
era el llamado “Las tinieblas”, que solía realizarse en todos los pueblos el
miércoles santo al atardecer. Ese hacía la delicia de los chiguitos, que se
sentían regocijados protagonistas. En el altar se colocaba un tenebrario o
candelabro de madera de cinco brazos con otras tantas velas encendidas. El
cura, entre cánticos y plegarias, iba apagando paulatina y ordenadamente cada
una de dichas velas. Al soplar la última, la iglesia quedaba completamente a
oscuras, y los chiguitos, entonces, tenían licencia para hacer cuanto ruido
pudieran. Golpeaban con piedras el piso de madera, agitaban botes llenos de
cantos, percutían en latas y recipientes viejos, hacían sonar las carraquillas,
las matracas… Todo valía para hacer el mayor estruendo posible. Hasta que las
luces se encendían de nuevo.
Aquel
desmedido estruendo infantil tenía una explicación. Las tinieblas se hacían
para rememorar la muerte de Cristo, en que los evangelios nos dicen que el
mundo quedó por unos momentos en tinieblas y la tierra se convulsionó como si
se tratase de un terremoto. (Es lo mismo que evocan cada año los tambores de
Calanda la mañana del Viernes Santo).
Rinoso de Cerrato Semana Santa (El encuentro 2010) |
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