Un saludo
charly
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En estos días que se están preparando los actos del nombramiento de mi abuelo Felix Díez Mateo como hijo predilecto de Villaviudas, su pueblo natal, dejo en estas líneas unas pinceladas que le recuerdan. Un hombre religioso y austero, un lector compulsivo, un sabio sencillo y exigente, esposo, padre y abuelo que rasgaba una guitarra mientras cantaba en las reuniones familiares, y un castellano de costumbres inviolables, como su pitillo diario o su copa de vino mezclada con agua en la comida.
Hombre parco en palabras, y eso que las conocía bien, era mi abuela Frida quien llevaba la voz cantante en cuanto a decisiones vitales. De chiguito, cuando mis abuelos venían a Palencia de visita, no había mayor placer que sentarme con mis hermanos alrededor de su cama y escuchar a mi abuela contarnos historias interminables de sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, de los indios en la selva colombiana o hablarnos de nuestros primos en República Dominicana y Méjico. Mi abuelo nos miraba con su cariño silencioso, pero cuando se iba a trabajar al despacho de mi padre era allí donde, sobre la mesa llena de papeles, diccionarios y su inseparable máquina de escribir, que no podíamos tocar, le veía transformarse y reinar en su mundo de palabras, definiciones, subrayados, idiomas extraños que, en esos años, parecían pertenecer a un espacio desconocido y como mínimo lejano.
Elena Higueras Díez y su abuelo Felix Díez Mateo en Reinoso |
Su estilo sobrio, educado y elegante se proyectaba en las manos con las que acariciaba a sus nietos o con las que, en sus últimos momentos, buscaba ayuda. Tuve la inmensa suerte de ofrecerle mis manos y la dicha de que les sirvieran de apoyo.
Hoy me queda, sobre todos los recuerdos, la imagen de un hombre con un libro en una mano y la otra medio cerrada haciendo de lupa para concentrar su vista en las palabras. Porque su obsesión, la que le llevó a defender el esperanto, la que le hizo conocer tantos idiomas, fue lo que con frecuencia nos comentaba como el mayor castigo que Dios dejó al hombre: Babel.
Villaviudas tiene hoy en sus calles los nombres de mi abuelo Félix y de mi tío Ricardo, y en Villaviudas están enterrados mis abuelos, mi padre Pedro y mi hermano mellizo Fernando, que murió a los pocos días de nacer. Seremos muchos, porque grande es la familia, los que nos abracemos bajo la sombra de mi abuelo, y agradezcamos a quienes han puesto la ilusión y el trabajo por hacer realidad esta celebración.
Pedro Higueras Díez
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Preciosa la carta de Pedro, muy emotiva y entrañable. Nos veremos bajo su sombra.
ResponderEliminarPrecioso comentario, impecable y a la vez entrañable. Tengo el honor de participar en el homenaje que se le va a hacer.Espero que con nuestra humilde aportación estemos a la altura.Un reconocimiento,que sin duda,debe ser realizado para dar visibilidad a un sabio cerrateño
ResponderEliminar¡Qué bonita dedicatoria, palabras hermosas que realmente expresan ese gran amor que sentíamos todos los que le conocimos por esa persona! Mira que le conocí poquitos años solamente, pero nunca olvidaré a ese maravilloso bisabuelo tan presente en ese pedacito de mi vida! Gracias a todos vosotros, queridísima familia, por hacer imposible su olvido, por acercarnos de nuevo a esas raíces que nos unen de esa manera tan agradable. ¡Qué pena, no poder estar presente en este homenaje! Muchos besos y abrazos a todos, vuestra Mónica
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