miércoles, 29 de enero de 2025

Martín, envía una poesía como agradecimiento a todos los que le felicitaron el día del cumpleaños.


      GRACIAS.

Iba un hombre que soy yo

a comer con su familia,

sobrinos y primos juntos,

porque en aquel mismo día

se recordaba su “cumple”

que a los 90 ascendía.

Penetró con gorra en mano

en el salón de “la Playa”,

un restaurante que había

en el pueblo de Reinoso.

Buenos días dijo en alto,

acompañando su esposa,

creyendo que veinte habría.

Y un centenar de personas

encendieron los luceros,

cantando a la vez “el cumple”

que a la montaña ascendía.

Admiración y sorpresa:

los amigos allí estaban.

Desde el país y otros reinos

en el pueblo confluían.

Unos traían incienso.

otros, oro y pedrerías.

Muchos leyeron escritos,

de otros salieron palabras.

Todos loaban al hombre

que en lo profundo del alma

en silencio y con respeto

tantos halagos oía.

La comida  transcurrió

gozosamente y con paz.

Carlos gestionaba todo

con blanca y oculta mano

y Guadalupe cantaba

lo que todos aplaudían.

Lo que Sara en aquel tiempo

dijo que tanto admiró

continuaba ahora empujando

los proyectos que soñó.

Nicolás desde Bolivia

recordaba aquella época

en que Fernando y “el hombre”

con esmero y muchas ganas,

a sus maestros y escuelas

impartieron maestrías.

Con piedra y con duro hierro

Pablo esculpía una efigie

y en lo alto de esa torre

nueve décadas colgaba.

Por contra, Pedro en Magaz,

un paisaje de Reinoso

con diestro pincel pintaba

y en un cuadro trasplantaba.

Allí estaban José Luis,

cual puerto que ampara barcos,

con el reinosero César

 

que hilaba sus reflexiones;

con Carmen y su Santiago,

con Gerardo, con Vicenta

a quien “Férnan” sonreía,

con Chema, Rufino y Merche,

con amigos Pepe y Pili,

que desde Soria venían;

con Javier, que era sobrino,

con Julia, con Dori y más

que no puedo aquí nombrar.

Sólo los aludiré 

en sus grupos respectivos:

Club de lectores y el CIVA,

a la cabeza con Macu; 

mis primos de Villaviudas,

Ana y la corporación

de Reinoso de Cerrato,

“Parados en movimiento”

que Miguel supo sacar

a dar vueltas en la plaza 

de la ciudad del Pisuerga:

“lunes al sol” proclamando.

Estaba también la AAR,

que a su tiempo entonó un himno,

y el grupo de voluntarios

que en otro tiempo luchaba

por el bien de tanto humano.

Capitaneaba Sandra

que hoy sigue cambiando el mundo

a través de una “Candela”.

¿Qué decir de Maripé,

de Pili, de Chus y Charo

por sus compas tan queridas?

Valgan veinticinco años,

recordando hazañas ciertas.

En el fondo de los fondos

brillaba una verde luz.

No se veían sus rostros,

pero sonaba su voz.

Eran mis queridos padres,

y mis hermanos que, ocultos,

daban resonancia al acto

y tono a Marina, nieta,

que sabía traducir

el transcurrir de su abuelo

en imágenes de ensueño.

El “hombre” se fue a su casa,

custodiado por su hija,

Henar, su gran esperanza,

que llevaba un poema en brazos.

Al “hombre” le perseguían

mil campanas de un gran día

que repicaban recuerdos.

Una de ellas tañía:

gracias por tantos abrazos. 

 

 

MRR.

Reinoso de Cerrato, 26 – I – 25.

 

 





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