ISABEL SEBASTIÁN RIOJA. In memoriam.
E 5 de noviembre de 2014 abandonó nuestro pueblo una persona que, habiendo nacido en Valladolid, quiso venir a vivir en Reinoso. Se llamaba Isabel Sebastián Rioja. Tenía tres hijos: Valentín, Isabel y Javier. Hoy me he encontrado con Isabel que ha dado dos nietos a su madre. Hoy. Cuando el pueblo nota con mayor intensidad que existe, porque tiene que tomar una importante decisión: elegir a su alcalde. Es el 24M de 2015. Hoy, digo, su hija, me ha proporcionado los datos que iré dejando caer a lo largo de este escrito. Ella, Isabel madre, tenía 90 años cuando murió. De pequeña, jugó con las niñas y niños de Reinoso. Luego se fue a Palencia, donde trabajó de modista. Era hija de Andrea Rioja. Prima de Domi, de Inés, de Espe, de Perfe, de Juanito, de Ana y de Mª Isabel.
¡Cuántas Isabeles en la familia! ¿Será que las bellas flores derraman su olor doquier plantan su talle? Su esposo Mauro también está enterrado en nuestro cementerio. Procedente, él, de Castromocho, discutía con Isabel sobre cual de los dos pueblos era más bonito. Como es lógico Reinoso se llevaba la palma para Isabel, porque tiene río, tiene montaña, tiene vega, tiene un cerro sembrado de bodegas, está cerca de la capital, cuenta con buenas carreteras, tiene playa. ¿Qué más se puede pedir?
Por eso y por más cosas Isabel amaba a Reinoso. Por eso construyó aquí una hermosa casa hace aproximadamente 20 años. Por eso, porque se acordaba de sus raíces, estaba siempre dispuesta a pasear por los senderos y caminos del pueblo, a charlar con su amigas y amigos, a participar en las fiestas. Por eso acudía a los talleres de gimnasia y de revitalización de la memoria. Por eso, aquella perrita inolvidable siguió los pasos de Isabel, siendo la perra quien eligió a su ama y siendo el ama quien cuidó de la abandonada perra. Mutuo agradecimiento de seres honrados y agradecidos.
Isabel volvió al pueblo de sus antepasados, aquí nos animó con su entrega y optimismo. Isabel supo destacar la belleza del mundo rural, destapar la tranquilidad y relajación que prestan las tierras recién aradas, las mieses recién cortadas, la yerba densa de las cunetas y el sol naciente asomando por el monte o escondiéndose por los pinares del valle cerrateño. Isabel, gracias por tu ilusión, gracias por tu estancia entre nosotros, gracias por tu amor a los que te quisieron. Hoy te queremos nosotros devolver ese cariño y decirte que aquí seguimos, recordando tu buen hacer.
Martín Rodríguez Rojo
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