PAULA RAYACES
FRÍAS.
El 31 de
octubre del presente año, 2014, Paula Rayaces Frías, nuestra vecina Paula, nos
dio su definitivo adiós.
Paula tenía 88
años. Nació en Antigüedad, otro próximo pueblo de cuyas tierras han venido a
Reinoso varias personas que se han integrado en nuestras vidas como uno más de
la familia. Tenía seis hermanos y estaba casada con Teodosio Martínez Gil,
“Teo” para sus convecinos. De este matrimonio, le nacieron a Paula cinco hijos.
De Antigüedad
heredó su gran amor a la Virgen de Garón y allí empezó su conocimiento sobre el
mundo pastoril. Ya en Reinoso, trabajó fielmente, y durante 16 años, en la
Finca de Barrio, junto al fiel Teo que sabía trazar surcos derechos en los
campos de la misma labrantía. Transcurridos otros cinco años al servicio de los
dueños de la palentina Joyería “Salamanca”, Paula sentó su domicilio en la
calle de San Isidro, de Reinoso. Durante más de cuarenta años, Paula sería
conocida por ser una mujer sonriente, agradable vecina del pueblo, enemiga de
nadie, abierta a todos, responsable
cuidadora de los servicios públicos del pueblo. Lo mismo cuidaba de las llaves
de la Iglesia o de las del cementerio que custodiaba el Centro Cultural o las
luces de la casa cercana cuando el propietario de ésta las dejaba encendidas
por olvido.
Sabía
entusiasmarse con la belleza y el olor de las flores. Disfrutaba del horizonte
castellano de los campos y saltaba con agilidad por la tersura de sus cerros.
Conocidos eran sus paseos por la carretera que atraviesa el pueblo, acompañada
de su sincera amiga Justina, y
abundantes sus vueltas circulares de puerta a puerta de su casa, después de
haber atravesado los dos puentes vivos que enriquecen el paisaje de Reinoso. Descubría el origen de las fuentes, sufría si
alguna de ellas desaparecía por la violenta irrupción de las máquinas excavadoras y defendía con
tesón la limpieza de sus aguas. Era tierna con los animales: con sus perros
familiares y con la blancura de las ovejas a las que trataba con respeto e,
incluso, con mimo.
Paula era una
mujer sencilla, pero no simple. Paula distinguía lo importante de lo superfluo.
Paula era una persona sabia, porque sabía distinguir lo natural de lo
artificial. Sabía afincarse en lo cotidiano y extraer el jugo encerrado en las
cosas pequeñas. Distinguía entre el
pasado y el futuro, apretando el timón del presente. Con lo cual era capaz de
dominar los recuerdos angustiosos y la ansiedad que bloquea la felicidad de un
normal comportamiento, ajustado a una ética humana.
Por eso,
resultó emocionante y aleccionadora la
multitudinaria asistencia a su entierro. Una vez más se comprueba que las
buenas personas de nuestros pueblos castellanos saben premiar no sólo a quienes
han vestido corbata y sombrero con dignidad, sino también y, sobre todo, a
quienes han transportado a lo largo de sus largas vidas el básico valor de la
honradez.
Gracias,
Paula, por tu ejemplo.
Martín Rodríguez Rojo.
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