HOMENAJE
A LOS MAYORES, AÑO 2014.
Asun,
María, Teo, Paula, Basi, Maxi, Faustina, Martín, Isabel, Domi.
Un
año más ocupan estos asientos quienes, desde hace mucho, vieron construir estas
escuelas. Un año más, otro de los alcaldes del pueblo me ha permitido dirigiros
la palabra. Un año más mi alegría por disfrutar de esta grata compañía. Desde
1999, cuando aquí o en otro lugar parecido a éste, se sentaron otros amigos a quienes hoy recordamos como
antiguos habitantes de Reinoso, no he podido asistir este acto. Desde entonces
me han pillado estas fechas lejos de aquí, incluso lejos de mi patria. Hoy
tengo la satisfacción de ver cara a cara a quienes llamamos “los mayores de nuestro pueblo” y de
asistir a estas fiestas de la Asunción que infunden calor al ya caluroso mes de
agosto.
He
leído atentamente el programa de esas fiestas y he comprobado que en día y hora
preminentes se dedica la Misa Mayor, seguida de un Vino Español, a nuestros
Mayores. No podía ser de otra manera. Os dedicamos nuestro tiempo, ese mismo
que vosotros nos habéis regalado durante tantos años de vuestra vida. Os
dedicamos lo mejor que tiene el hombre y la mujer, aquello que acoge nuestros
actos, aquello por donde discurren nuestros sentimientos y emociones, el
tiempo, aquello que conduce nuestro caminar, da duración a nuestra existencia y
da color a nuestras personas.
Hemos
venido a daros las gracias por el ejemplo de vuestras vidas, por habernos
mostrado vuestras ganas de vivir, por haber traído hijos a esta tierra, por
vuestra constante e imperturbable compañía.
Gracias
a vosotros hemos construido un grupo social. Es decir, hemos hecho pueblo. Gracias a vosotros hemos hecho de nuestra
individualidad un ser social. Hemos terminado de pulir nuestro mármol y sacar
de él lo mejor que tiene la piedra. Hemos dado forma a la materia inerte. Hemos
puesto alma o espíritu a lo amorfo, a lo inanimado. Gracias al contacto con
vosotros nos hemos hecho hombres y mujeres, adquiriendo las características
propias de lo racional humano, de lo superior, de la eterna llama del recuerdo,
capaces de sentir y de soñar, de mirar hacia atrás, tomando así el impulso
necesario para proyectar nuestro futuro.
Porque
¿qué sería de los niños y de la juventud sin los mayores? ¿Qué sería de los nacidos sin la compañía de quien
primero vio los peligros y les avisó de las dificultades? ¿Qué sería de la
simiente sin el riego de una lluvia de caricias? ¿Qué sería de un polluelo sin
las tiernas y protectoras alas de su madre? ¿Quién ha curado la fiebre de
vuestros hijos? ¿Quién ha enderezado a la verde rama que se desgajaba del
tronco? ¿Quién ha limpiado la mancha del
vestido? ¿Quién ha orientado la boda de la hija? ¿Quién previó el tropezón
económico del hogar? ¿Quién estuvo a las duras y a las maduras? ¿Quién sufrió,
quién lloró la separación del hijo testarudo? ¿Quién levantó la deuda
contraída? ¿Quién acompañó al parto de la nuera?
Vosotros,
padres y madres, que estáis aquí sentados viendo correr el tiempo. Vosotros que
habéis comprendido nuestra debilidad y nos habéis hecho fuertes. Vosotros que
desde la atalaya de la experiencia veis los senderos limpios de cardos, por
donde nuestros pies pueden transitar sin pincharnos. Vosotros que rellenáis
nuestra mediocridad y nos hacéis aparecer completos ante la adversidad. Vosotros
que nos entregáis vuestro presente para que nosotros construyamos nuestro
futuro. Vosotros sois el quicio en torno al cual giran las entradas y salidas
de nuestras puertas. Vosotros sois el sol que calienta nuestra tierra. Vosotros
sois los que desde vuestra física debilidad fortalecéis la ética de nuestras
acciones.
Por
eso nos hemos reunido hoy aquí para daros las gracias.
Os
agradecemos a todos y a todas vuestra ayuda por habernos hecho lo que somos,
por haber construido pueblo y sociedad, concordia y convivencia, teñida a veces
de errores. Puede ser. Pero siempre humedecida y cultivada por la ilusión tanto
de vuestras lágrimas como de vuestra desbordante esperanza.
A
ti, Asun, te agradecemos que hayas sido la primera en saludar a la temprana flor
de la primavera. Aquella que descubriste en los paseos matutinos que empezaban
en tu casa y terminaban cerca de Villaviudas.
A
ti, María, te agradecemos tu silencio
musical, sonoro como los versos fecundos de un poema creador.
A
ti, Teo, te agradecemos tu honradez callada, pero eficaz, como los surcos que
tendiste rectos en las fincas entregadas a tu fiable responsabilidad.
A
ti, Paula, te agradecemos tu fidelidad al servicio de cualquier cosa que se te
encomendara, tan sencilla o tan difícil como el buscar en el pueblo aquellos
encargos que se te hacían desde Barrio.
A
ti, Basi, te agradecemos el optimismo de tu sonrisa y de tus ánimos, infundidos
a quien a ti se te arrimara demandando un consejo.
A
ti, Maxi, te agradecemos tu trabajo sosegado, limpio y hondo, como el seno de
unas alforjas, cargadas del almuerzo a los agosteros, por tus manos
condimentado.
A
ti, Faustina, te agradecemos el equilibrio de tu existencia, capaz de trazar
camino familiar y humano a través de incomprensibles sinsabores.
A
ti, Isabel, te agradecemos la habilidad de saber integrarte en paisajes nuevos,
inundando de colorido, retales viejos del Cerrato.
A
ti, Domi, te agradecemos las ansias de superarte, de aprender más cada día, de
buscar en los periódicos las noticias positivas que abren esperanza a la
desolación.
Y así, desde la calle de San Isidro a la del
Arrabal, los aquí presentes agarramos nuestras manos para hacer un corro en
torno a nuestros mayores que nos han visto correr por las callejuelas del
pueblo. De esta manera unidos, saludamos a quienes, aunque no estén
empadronados en Reinoso, sabemos que son nuestros paisanos reales o adoptivos,
como son Goyo, Amelia, Mauri, Merche, Paco, Popi, Esther y otros más que han
traspasado los 75 y, tal vez, vivan este mes en el Hotel de la Playa.
A
todos gracias y un cordial abrazo de un amigo,
Martín
Rodríguez Rojo. 17 de agosto de 2014.
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